La palabra y la acción están bastante separadas en nuestras comunicaciones diarias cuando la palabra es una representación de: emociones, imágenes, conceptos, visualizaciones, ideas, sentimientos etc. La sociedad cada vez está siendo más individualista, esto lo podemos apreciar mucho con algunos libros de autoayuda donde lo que busca el lector e intenta plasmar el autor es sentirse realizado y por ende feliz con la ayuda sobre sí mismo. El primer problema es que uno mismo no puede encontrar la felicidad completa por sí solo. Sí, la felicidad está dentro de las personas y no es algo externo a ellas, pero los seres humanos somos sociables, necesitamos la conexión con otras personas. Si extrapolamos esto a las palabras y la comunicación podemos observar esta falta de cercanía y contacto entre nosotros. Te apetece darle un abrazo y dices te quiero porque es más sencillo. Estás recriminándole lo que no te gusta a alguien y te gustaría dar puñetazos al aire, pero lo dices educadamente y guardándote las formas. En definitiva, la acción interior está siendo desligada de la palabra.
En nuestro trabajo como intérprete nos interesa que la palabra y la acción vayan de la mano, por ello te voy a mostrar un ejercicio que puedes realizar con otra persona para que no se produzca esta ruptura de palabra y acción.
¿Qué puedo hacer para que la palabra y la acción digan lo mismo?
Hay muchos ejercicios, pero el que te voy a mostrar hoy es muy sencillo y no requiere de mucho trabajo. Tan simple como pensar en una persona conocida y decirle una frase describiéndola al compañero con el que estés haciendo el ejercicio. Debes entrar de lleno como hace un pintor cuando está retratando a alguien, debes sentirlo primero y transmitirlo después. Puede suceder que la palabra esté completamente desligada a la emoción que se está mostrando, esto también es interesante al abrirte un nuevo camino donde puedes describir a esa persona por otro lado.
Un fallo común es intentar transmitirle a tu compañera quien es. Ni tu como oyente, ni quien transmite el mensaje debéis estar atentos de a quien se describe, el trabajo es más sencillo, solo observa cómo se está dando el mensaje y analiza si la emoción y la palabra va ligada. Tampoco hagas el ejercicio anticipándote a la emoción que quieres transmitir y enviándolo desde ahí, solo piensa en la persona y descríbela con una frase.
Un inciso. Puedes trabajar la acción y la palabra con alguna de las obras de mi libro Las palabras no entienden donde critico mediante 10 obras de microteatro el reggaetón y otros géneros musicales. Prólogo Josefina Núñez y epílogo Brisa Fenoy.Las palabras no entienden.
Te voy a poner un ejemplo, la frase que se transmite es: una buena…. persona. Esto son dos ideas que están definiendo a una sola persona, pero es interesante ya que la estás separando del resto de personas con el adjetivo buena y estás diciendo que tiene las cualidades que una persona debe tener. Juega con ello y deconstrúyelo, junta la frase, sepárala, cámbiale los acentos tónicos e irás descubriendo nuevas formas de dar tu mensaje, a esto le sumas la emoción con la que ves interiormente a la persona y ocurren dos cosas: o que la palabra está desligada de la acción o lo contrario. Céntrate en buscar la forma de ligarlas.
Otro fallo que encontramos en nuestro arte a la hora de crear personajes y al hacer este ejercicio es trabajar desde la auto-escucha. No hablemos al oído sino al ojo del interlocutor. La auto-escucha puede estar ligada al ego y a la autoadmiración. En nuestro arte no buscamos ser bien vistos y quedar bien sino trabajar para la obra.
¿Cómo te sientes al decir lo que dices?
Quiero comentarte algo, si te suscribes aquí (al newsletter del blog), serás la primera persona en estar informada sobre mi nuevo libro, el cual contiene 10 obras de teatro (de varios estilos) inspirado en su gran mayoría en el reggaetón (prólogo Josefina Núñez, epílogo Brisa Fenoy). A parte si te suscribes también recibirás ofertas de mis libros “Crea trabajo como intérprete” y “Manual de actuación”.
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